miércoles, 10 de marzo de 2010
Y al unirnos sentí la eclosión de un universo paralelo, que sólo podíamos ver nosotros. Miré su sonrisa perenne, su pelo humedecido por el calor. Sentí sus uñas en mi espalda, desgarrando mi piel poco a poco, la alegría que la recorría era inmensa. Y me besó en la nariz, como sólo ella sabe hacerlo. Y volvió a sonreir, y yo, estúpidamente, sonreí. Y, al hacer un último movimiento: jaque mate, llegué, llegamos al cielo. Y sentimos como, si el universo fuera cada vez más y más pequeñito, y sólo cupiéramos nosotros dos.
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